Por: Gregorio Gil Ruedas.

“No me da miedo el ruido del poder,

no me dan miedo los tanques,

me da miedo el silencio del pueblo”.

Julio Anguita. Diputado y 11 años Coordinador General de Izquierda Unida.

 

Pasó por Villanueva y tuve el gusto de hablar con un hombre íntegro y coherente en su forma de actuar según le dictaba su formación y conciencia. Rocoso en sus planteamientos, claro en sus exposiciones y exigente en el trabajo. Su lema, mil veces repetido, no era otro que programa, programa y programa. Es decir, de todo aquello que se prometió hacer, qué se ha cumplido, qué se está haciendo y qué falta por realizar. Programa que es presentado y que una vez votado ha de cumplirse por quienes son responsables de llevarlo a cabo.

Nos contó una simpática anécdota en sus primeras horas como alcalde de Córdoba en las elecciones municipales del 2 de abril de 1979. Estando en su despacho entró el jefe de la policía municipal y sacó su pistola -ante el temor de Julio- depositándola sobre la mesa al tiempo que le decía que él no era comunista y presentaba por ello su renuncia al cargo. Anguita se levantó -ya más templado- y le contestó que para comunistas con él bastaba, que cogiera su pistola y siguiera haciendo su trabajo. Hoy, días de relato, de mentiras, del “donde dije digo, digo Diego”, del constante cambio de opinión según los intereses personales, bien nos vendría gozar de personas con sólidos valores éticos y democráticos que cumplan simplemente aquello que prometieron hacer.

Dejaremos los recuerdos aparte pues los recuerdos, como los sueños, sueños son.

Hemos vuelto a las andadas, no aprendemos ni de los errores, y con la  ola de calor que se adueñó del territorio nacional, hemos sufrido numerosos incendios que han devastado más de 400.000 hectáreas y lo que es más grave, ocho fallecidos y numerosos heridos. Los daños materiales en viviendas y haciendas son cuantiosos, a lo hay que sumar las numerosas pérdidas en la cabaña ganadera, fauna salvaje y las especies arbóreas y de flora.

Cuesta creer que haya individuos que gocen haciendo el mal y no tengan mejor cometido que quemar el monte justo los días y con las condiciones más adecuadas para hacer el mayor daño posible sin tener presente la gravedad que sus actos pueden acarrear. Hemos visto imágenes terribles con las llamaradas cercando y consumiendo casas sin que sus dueños pudieran hacer otra cosa que ver horrorizados la destrucción de sus hogares. Sitiados por el fuego, se han visto desbordados junto a brigadas y voluntarios cuya lucha y afán de poca efectividad resultaban ante el poder de las llamas y los escasos medios disponibles.

Y no será que la abundante lluvia primaveral no auguraba un verano peligroso. ¿Se ha dispuesto de mejores medios en previsión de los incendios forestales? ¿Se ha aumentado la partida económica para maquinaria pesada e hidroaviones que pudieran ser necesarios? ¿Se han agilizado trámites y unidades especiales que ayudaran llegado el caso? ¿Se han previsto las reuniones necesarias entre los mandos responsables para coordinar actuaciones? Muchas más serían las preguntas y me temo que con la misma respuesta.

Como otras tantas veces, unos por otros y la casa sin barrer o el campo sin cuidar. Que si “unos escurren el bulto”, que si otros se “borran”, que si “pedís cosas imposibles…” Lo esencial es no asumir responsabilidad alguna y que la culpa recaiga en los demás. Y en segundo lugar culpar al cambio climático, que como es mudo calla y el que calla otorga. Algunos lamentan políticas medioambientales que impiden o dificultan acciones de desbrozamiento, limpiezas de cauces, arreglos de caminos o existencia de cortafuegos. Cierto que no ayuda el abandono de la vida rural en esas poblaciones dejadas a su suerte y en las que las labores forestales y de pastoreo han desaparecido.

De nuevo sonó el “aquí estoy por si me necesitáis”, o “el que quiera ayuda que la pida”, los mismos y acostumbrados errores. ¿Y ahora nos acordamos de la necesidad de pactos políticos? Pero si ya se hizo, si se aprobó recientemente el Pacto por el clima recogido en la Ley 7/2021 de Cambio Climático y Transición Energética. Se nos trata de vender humo, de añadir leña al fuego dialéctico y pasar página anunciando unas ayudas, a todas luces insuficientes, que se pregonarán debidamente, pero llegarán entre tarde, mal y nunca para que el tiempo y los problemas de la actualidad tapen con el velo del olvido esta verdadera desgracia.

Bruselas señalaba a España como el país a la cabeza de incendios y a la cola en gastos para prevenirlos. Dedicamos tan solo un 0,4 % del gasto público en prevención. Según datos recogidos, el coste en prevención por hectárea se calcula entre los 700 a 3.000 euros, mientras que, el gasto por extinción supone unos 20.000 euros. Recordemos que el pasado 10 de junio, la ministra y portavoz Pilar Alegría informaba que el Consejo de Ministros había aprobado el “Plan de actuaciones de prevención y lucha contra los incendios forestales para 2025” dotado con  116 millones de euros, igual que en los tres últimos años pues no hay socios que aprueben unos nuevos presupuestos. De poco parecen que han servido visto los resultados.

No olvidemos que el Presidente abandonó en su momento sus vacaciones en La Mareta para visitar territorios calcinados y que también los Reyes han hecho lo propio visitando pueblos y lugares y saludando a sus gentes. Cada cual en la forma acostumbrada.

Ánimo para todos, que el otoño se espera calentito.

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