La sombra de la corrupción vuelve a cernirse sobre la política extremeña. El presidente de la Diputación de Badajoz y secretario general del PSOE de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, ha sido procesado por la jueza Beatriz Biedma, titular del juzgado de Instrucción número 3 de Badajoz, en un caso que pone en entredicho su honorabilidad y su futuro político. La magistrada lo acusa, junto a otras diez personas, de delitos graves como prevaricación y tráfico de influencias, en relación con la adjudicación irregular de una plaza en la Diputación de Badajoz a David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El auto judicial revela “indicios claros de que Gallardo, máximo responsable de la Diputación, participó activamente en un entramado que favoreció a un familiar del presidente, con correos electrónicos que demuestran una relación estrecha y contactos fuera del horario laboral”, contrariamente a lo que había declarado Gallardo en su comparecencia. La jueza no duda en señalar que Gallardo y Sánchez tenían una relación “estrecha” y que incluso “conversaban los fines de semana”, lo que refuerza las sospechas de influencia indebida.
A pesar de la gravedad de las acusaciones, Gallardo se ha mostrado desafiante, asegurando que recurrirá el auto y que confía en la Justicia. Sin embargo, la realidad es que su situación se ha complicado de manera irreversible. La investigación apunta a que su implicación en el caso es más que una simple sospecha.
El Partido Socialista de Extremadura, por su parte, mantiene su apoyo a Gallardo, argumentando que, según los estatutos del partido, solo una sentencia condenatoria firme podría obligarlo a abandonar su cargo. Pero la opinión pública y la oposición no comparten esa postura. El Partido Popular ha exigido su dimisión inmediata, calificando el proceso como un “escándalo que daña la imagen de Extremadura” y acusando a Gallardo de “reírse de los extremeños” y de la Justicia. Además han señalado que la lista de procesados en este caso “parece más una candidatura del PSOE que una simple investigación judicial”.
Este caso no solo pone en jaque la carrera política de Gallardo, sino que también pone una vez más en entredicho la limpieza y transparencia del PSOE en la región. La percepción de corrupción y favoritismo puede tener consecuencias graves en las próximas elecciones autonómicas, donde la confianza en los políticos está por los suelos.
En medio de este escenario, algunos analistas advierten que la situación podría complicar demasiado las expectativas electorales del PSOE en Extremadura, especialmente en un contexto donde las dudas sobre la continuidad de Gallardo podrían afectar la imagen del partido de cara a las próximas elecciones autonómicas.
Mientras tanto, Gallardo insiste en que no tiene nada que temer y que continuará defendiendo su honorabilidad. Pero la realidad es que, con cada día que pasa, su futuro político se vuelve más incierto y oscuro y su credibilidad, más dañada. La justicia tendrá la última palabra, pero el daño ya está hecho: la política extremeña no será la misma tras este escándalo.
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