Valantín Sánchez Calvo : CUALQUIERA SABE, LOS DUEÑOS DE LAS ACERAS

el 21/9/2020 9:48:03 (27 Lecturas)

Quien cede la acera ensancha el camino

NO REFIERE EL TÍTULO AL BUEN USO DE LA ACERA QUE HACEN NUESTROS MAYORES, NI A LAS PERSONAS CON DIFICULTADES FÍSICAS O PSÍQUICAS, NI A LAS QUE LLEVAN UN CARRITO, NI A LOS NIÑOS, NI, TAN SIQUIERA A LOS PERROS; PORQUE EN DUEÑOS DE LAS ACERAS SE HAN CONVERTIDO QUIENES POSEÍDOS POR EGOÍSMO E INCIVISMO CAMINAN POR ELLAS SIN MASCARILLAS O CON ESTAS MAL COLOCADAS, EN ESTOS TIEMPOS DE PANDEMIA, EXISTIENDO UNA NORMATIVA QUE REGULA SU USO

El comportamiento de estas personas irresponsables, insensatas, obliga a quienes cívicamente cumplen con la norma a establecer las medidas de distanciamiento, que conllevan en no pocas ocasiones a sortear a estas personas en la calle y abandonar la acera. Se incluye en este grupo a los fumadores y fumadoras, que caminan como si les asistiese todo el derecho del mundo a echarse su cigarrillo, independientemente de quienes les rodean en la vía pública.
Como en tantas otras situaciones, nuestros mayores son quienes respetan la tradición de ceder el lado de la acera a quien camina por la derecha y lo hacen con rigor, aunque afecte a una persona más joven.
Somos libres, afortunadamente, ello nos hace responsables de nuestros actos. La responsabilidad es fruto de la libertad. La vida humana se desarrolla en una sociedad que requiere de la solidaridad, la cooperación, la comprensión, la justicia, la igualdad, la bondad, la generosidad, hasta la empatía, en la búsqueda del bien común. Se trata pues de vivir y convivir, no puede existir armonía sin el respeto recíproco a los derechos de los demás.
Vivir en sociedad exige de la existencia de unas pautas de comportamiento que deben conducir a una mejor relación entre las personas con las que convivimos. Normas que en muchos casos no tienen por qué estar escritas, pero si no se ponen en práctica, pueden señalar a los autores como seres incivilizados. La vida cotidiana nos brinda la oportunidad de ser agradecido, ser cortés, ser generoso, saludarnos, despedirnos…, todo lo cual nos da como ciudadanos un toque de elegancia, dignidad, decoro, a la vez que se constituyen en muestras de respeto hacia los demás. Se trata, pues, de saber convivir, saber agradar y saber estar. No basta con tener muchos conocimientos, tener un cargo o ser un profesional extraordinariamente cualificado, además, hay que saber vivir en sociedad.
Desgraciadamente, en nuestros días no es habitual que cuando cedes la acera la persona beneficiada lo agradezca, a no ser que sea una persona mayor; exigimos en muchos casos, en lugar de pedir por favor; menospreciamos, en lugar de agradecer; permanecemos cómodamente sentados, cuando haríamos un bien cediendo nuestro asiento, pasamos de quienes nos rodean porque vamos a lo nuestro y nos aislamos en nuestros pensamientos o en el teléfono móvil, por citar algunos ejemplos, y llegado el caso no respondemos a quién nos saluda o no cedemos el puesto o el asiento a quién lo necesita.
Bien es verdad que nuestros comportamientos obedecen en no pocas ocasiones a modelos de referencia que encontramos en padres, maestros, personas de relevancia social. No se puede dar lo que no se tiene, no se puede enseñar lo que no se sabe y no se puede intentar que los demás crean en algo que uno mismo no cree, o que pongan en práctica lo que uno es incapaz o no quiere.
En estos tiempos inciertos en los que ha cambiado nuestra vida y nuestra mirada sobre el mundo, necesitamos más que nunca que cobren una mayor trascendencia la responsabilidad individual y colectiva, así como la observancia de las reglas comunitarias, no presentes en quienes acuden a celebraciones, aglomeraciones, reuniones, encuentros, manifestaciones…, poniendo en riesgo su salud y la de los demás.
Los brotes vinculados a la Covid-19 crecen día a día, los afectados tienen una media de 30 años, lo que viene a confirmar que hay un sector importante de la juventud que pese a haber pasado por el estado de confinamiento, el colapso de hospitales debido al coronavirus, e incluso trágicamente el fallecimiento de algún ser querido permanecen inconscientes ante la gravedad de la situación.
Cabe ahora reflexionar acerca del incumplimiento de las normas, aún de aquellas que van encaminadas a proteger la salud ciudadana, y detenernos a observar si se trata de un fenómeno cultural agravado por una deficiente educación cívica o se trata de una actitud individualista y egoísta con la que determinadas personas se enfrentan a la vida. En cualquier caso, el problema está presente y la solución tiene que venir desde la educación, primero en el seno de la familia y luego conjuntamente con la escuela y la sociedad misma.
En lo que concierne a la responsabilidad que necesariamente tiene que asumir el sistema educativo, conviene que los sectores competentes en su funcionamiento tengan presente en todo momento que los niños y jóvenes también piensan, dialogan con los demás y consigo mismos, se hacen preguntas, interactúan, tienen conflictos… El sistema está obligado a dar una respuesta que contribuya a la formación integral de la totalidad del alumnado, acorde con sus capacidades. No es solo una cuestión de fijar unas enseñanzas obligatorias, unas asignaturas, un calendario escolar y asignar tutores y profesores a un grupo, es una cuestión de la consideración que socialmente se da a la educación. El hecho de que los gobiernos de turno estén a favor o en contra de que exista en el ámbito escolar una asignatura o materia de Educación para la Ciudadanía, es apostar por un medio o no, cuando la educación para toda la vida debe abordarse de forma transversal y comunitaria.
Recientemente presencié una escena en la cual el hijo dio a conocer al padre que iba en sentido contrario al establecido para acceder a la playa, la respuesta del padre fue muy contundente: “tú ocúpate de lo tuyo”.
La COVID-19 se ha convertido en una pandemia implacable y nos obliga a sumar esfuerzos con máxima expresión de solidaridad y responsabilidad; cumplamos con la obligación de usar las mascarillas según la normativa y no dejarlas en la vía públicamente, mantengamos las distancias. Rechacemos los comportamientos irresponsables.
“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” (Pitágoras)

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