Tomás Chiscano : HABLANDO CON JACINTO, ¿DE QUÉ TIENEN MIEDO?

el 5/7/2011 11:14:40 (1592 Lecturas)

– Estoy observando, querido Jacinto -le comento a mi amigo, mientras damos unas vueltas por esas calles que están marcando nuestros últimos momentos-, el nerviosismo que tienen los que han perdido las elecciones, o sea, aquellos que hace muy poco tenían todo el mando del mundo y que ahora, como consecuencia de los resultados de las urnas, se han quedado «compuestos y sin novia», que dice la voz popular

 

– Yo pienso -le sigo diciendo- que deben controlar los nervios que afloran por todo su cuerpo y pensar, un poco, que la vida es, precisamente, una evolución de acontecimientos, un devenir de circunstancias y una sucesión de hechos, y que debemos, precisamente por los cambios, tener la mente muy serena, la inteligencia muy afinada y la paciencia en perfecto estado, evitando las consecuencia que acarrean los problemas vigentes.

– Todo eso está muy bien, querido amigo -me contesta Jacinto-, pero hay que tener en cuenta que, muchas veces, como consecuencia de de una mala gestión, de una actitud equivocada o de una prepotencia chulesca y ofensiva, el pánico puede hacer que se pierda la paciencia, se atolondre el cerebro -si es que hay celebro- y se piense solamente en buscar aquel rincón donde podamos escondernos, hasta que pase la tormenta y poder, si nos dejan, volver a salir a la calle. Pero todo eso no quita importancia al comportamiento de esos personajes que han perdido su confianza y su cobijo; más bien al contrario, tiene la importancia de colocar a cada uno en su sitio, para que podamos darnos cuenta de lo que han sido, y pretenden seguir siendo, aquellos personajes y personajillos que, abusando de un poder que creían suyo para la eternidad de lo eterno, ahora se ven en la situación de tener que demostrar si de verdad son «tan buenos» como aparentan o, por el contario, son lo que todo el mundo sabía que eran: unos torpes, incultos, bastos, burdos y rudos, aunque muchos, por eso de no perder su «chupete», sus «fiestas» y sus «atenciones», son capaces de decir que en el invierno no ha hecho frío y que en el verano da gusto de andar por las calles, porque corre un fresquito que es una delicia cuando, en la realidad, los «fresquitos» siguen en sus despachos y en sus rincones, a la espera de que «escampe», y así poder seguir viviendo y chupando del bote. ¡Qué asco!

– Es muy posible que lleves razón, querido Jacinto, pero las cosas hay que analizarlas con un poco de tranquilidad porque si no, corremos el riesgo de ser injustos, al no dar en la diana con rigor. Muchas veces, -más de las debidas, eso sí- nuestros políticos, como consecuencia de una falta total de preparación y de cultura, como tú has dicho, dicen cosas que luego se les vuelven en su contra. Y todo ello porque no se paran a pensar, a razonar un momento, a sopesar las consecuencias de sus palabras, y sueltan lo que se les viene por la cabeza. No se dan cuenta de que, sin merecerlo, aunque haya sido como consecuencia de unas elecciones democráticas, están ocupando un cargo que tiene mucha responsabilidad, porque gobernar un pueblo, con todo lo que eso conlleva, tiene una responsabilidad enorme y un riesgo terrible. Y es que dan la sensación de que sólo piensan en ellos mismos, en sus situaciones ventajosas, en los privilegios que están disfrutando, de ahí el miedo y la preocupación que ensombrecen sus caras, cuando las circunstancias, por esos cambios que suele tener la política de vez en cuando, les anuncian que sus días pueden estar contados, o que, como puede ocurrir ahora, sus privilegios, sus influencias, sus fortunas, sus riquezas, sus placeres y sus prebendas corren un grave peligro, ya que se acabaron los tiempos de las «vacas gordas».

– Has dado en el clavo, querido amigo, has dado en el clavo -me contesta Jacinto-. Pero yo quiero ser más concreto. Y me voy a referir a ciertos comentarios que, según se dice, y según se ha podido leer en los distintos medios de comunicación, han sido manifestados por el alcalde de nuestro pueblo, el señor Gallardo. Parece ser que este señor ha dicho algo así como que «esta legislatura se va a caracterizar porque va a haber diálogo». ¡Qué maravilla y qué alegría! ¡Va a haber diálogo! Esto, el diálogo, que debería ser lo normal entre las personas, aquí, con ese comentario de nuestro mandamás local, se nos presenta como algo extraordinario, como un reto que hay que conseguir, como una aventura maravillosa que nos permitirá mirarnos al espejo sin sentir vergüenza ninguna. Este comentario es un poco triste y preocupante. Por un lado, es señal de que antes no ha habido ese diálogo que se quiere vender ahora. Es tanto como decir que los ocho años anteriores han sido de una tiranía, de una opresión, de un totalitarismo, de un absolutismo, que han llevado a una dictadura total, de la cual han sido víctimas todos los que no han coincidido con esas formas de actuar, todos los que no son de «la cuerda», todos los que han manifestado, dando la cara, sus opiniones. Esos han sido las víctimas. ¡Ahora toca hablar de diálogo! ¡Toma, Jacinto, hijo, que esto alimenta! Por otro lado, los únicos que se han beneficiado han sido los dóciles, los que han dicho sí señor, los que han estado chupando del bote. Y esto es así porque si hubiese habido diálogo, se hubiera dicho que en esta legislatura «se iba a seguir dialogando». Pero…, ahí estamos, sin saber qué es lo que, de verdad, se ha querido decir. ¿Se ha pensado, en serio, lo que se ha dicho? ¿Se ha dicho porque se está seguro de lo que se dice o porque así lo dicta la «asesoría» correspondiente? ¿O se ha dicho porque seguimos pensando que podemos decir lo que nos dé la gana, mientras la gente siga dócil y sumisa, o se siga pensando que somos más tontos que Abundio? ¡Me cagüen…! Pero hay otra cosa que también quiero resaltar. Según parece, nuestro alcalde, hombre curtido y preparado, está un poco preocupado con el trato que pueda tener, de ahora en adelante, a cargo de la Junta de Extremadura, como consecuencia del cambio de mando que ha experimentado. Según nuestro semanario, en la sección «La frase de la semana» del último número, el señor alcalde dijo: «Espero que el Partido Popular en la Junta de Extremadura corresponda a Villanueva con la misma lealtad con que le va a tratar su alcalde socialista. No quiero pensar que utilicen a Villanueva como estrategia partidista». ¡Toma ya! ¿Qué quiere decir el señor alcalde, que se puede utilizar el poder como estrategia política, para beneficiar a unos perjudicando a otros? ¿Quiere decir que eso es lo que ha pasado en los miles de años anteriores? (¡Vaya favor que ha hecho a los suyos!) ¿Tiene miedo de que se le acabe el chollo de tantos privilegios, de tantos dineros como los que se han desperdiciado en nuestra ciudad? ¿Tiene miedo de que se acaben las rotondas inútiles, las obras inútiles, los levantamientos de calles, una y otra vez, sin que se sepa por qué? ¿Tiene miedo de que se puedan pedir responsabilidades e información de dónde han ido a parar los dineros que sean? Menos mal que vamos a tener un Palacio de Congresos, un lujo, una maravilla, una cosa necesaria y conveniente donde, con toda seguridad, se van a celebrar congresos públicos, para que los ciudadanos podamos preguntar, con absoluta y total libertad, por todas aquellas cosas que no tengamos claras, por todas aquellas acciones que no se han explicado, por todas aquellas decisiones que han podido perjudicar a cualquier ciudadano. No podemos olvidar que esta va a ser la legislatura del diálogo. ¡Y qué mejor sitio para dialogar que un Palacio de Congresos! ¡Me voy a cagar en la…!

– ¡Cállate ya, demonio, que eres un demonio! Y ustedes, queridos amigos y amigas, no se lo tengan en cuenta, porque Jacinto, ya lo saben ustedes, es tan irreal como la vida misma.

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