Por: Ángel Borreguero Carrasco
Arrabal pisa suelo extremeño dando un traspié. Salta de la pick-up que lo trae desde Madrid y resbalan sus dos pares de gafas en la misma puerta del Hotel Vegas Altas de Don Benito. Sobre las gafas redondas de carey, colocadas donde corresponde, van las otras, oscuras y rematadas con flores de plástico. Viene a conferenciar por partida doble (mañana y tarde) en la Casa de Cultura de la localidad, invitado por el Aula Literaria Guadiana de la Asociación de Escritores y Escritoras de Extremadura. Coordinamos el encuentro el periodista Diego González y yo mismo.
FERNANDO ARRABAL: Mes lunettes! Arrabal sin gafas no es Arrabal.
Ha traído camisas brillantes en tres tonos distintos: azul, gris y verde. En su crónica de la conferencia de la tarde, José Manuel Villafaina ha hablado de “indumentaria casi payasesca […], como si el teatro hubiera decidido vestirse de sí mismo”.
FA: Me las regala el mejor sastre de París. Tiene un perro muy grande que se llama Picasso.
Por la mañana, y ante un público de alumnos de bachillerato de tres centros educativos de Don Benito, se proyecta Viva la Muerte (1971), la primera película de Arrabal. Dos de los institutos de secundaria que participan en la actividad deciden marcharse en mitad de la proyección. También Arrabal se levanta y sale a la calle, pero porque tiene antojo de churros.
FA: “Aquí, para comer churros, hay que pedir audiencia”.
En la churrería preguntamos a Arrabal por el exilio, por su relación con Francia, con España.
FA: España es la nostalgia. Me encuentro perfectamente en Francia. El gobierno francés, con amigos, inmediatamente me dio la nacionalidad francesa. Para ser francés me dirigí al jefe del gobierno y al ministro de justicia.
La mayoría de los españoles me trata como a un genio, como a alguien aparte. En Francia soy uno más, y me encanta vivir así.
ÁNGEL BORREGUERO: Su salida de España, en principio, fue voluntaria. Fue a París con una beca de estudios que le consiguió el falangista Pedro Laín Entralgo.
FA: Pedro Laín Entralgo es una persona capital en mi vida. Yo nunca lo vi, nunca lo conocí. Era alguien muy célebre en tiempos de Franco. Se decía que era la persona culta más importante de España. Un día, don Pedro me escribe una carta. Tengo veinte años. ¿Por qué me escribe don Pedro Laín Entralgo, que figura siempre en las primeras páginas de los periódicos? ¿Está loco? Y al abrir el sobre veo que es una carta manuscrita, como se escribía entonces, y en la carta dice: “Señor Arrabal, ¿es cierto que usted ha ganado todos los premios de poesía y teatro joven? Esa era la primera pregunta. La segunda pregunta: ¿Es cierto que usted trabaja en la Papelera Española, como oficinista, ocho horas por día? Esa era la segunda pregunta. Tercera pregunta: ¿Es cierto que usted está haciendo la carrera de Derecho y que ya está en el quinto año? Era cierto todo, obviamente. Entonces, yo le escribo una carta simpática y le digo: “Señor Pedro Laín Entralgo, es usted un tío cojonudo, y como es usted un tío cojonudo, ¿le puedo invitar a ir a los urinarios de San Bernardo, y meamos juntos?” Contrariamente a lo que esperaba, no recibí respuesta. Pero días después llaman a la puerta de mi casa, abro y me dicen: “Soy el embajador de Francia. Vengo a verlo porque, por consejo de don Pedro Laín Entralgo, usted merece ir a París, y nosotros, la Embajada, le pagamos. Es así como mi vida comienza, con Pedro Laín Entralgo.
AB: Viaja a Francia con la beca de la Embajada, pero es la tuberculosis la que le permite quedarse allí.
FA: Era una época maravillosa. Llego a París en el año 53, tengo veintiuno o veintidós años, y al llegar a la Cité Universitaire, inmediatamente me dicen: no puede vivir en la Cité Universitaire de París, que es un lujo formidable. Antes, vamos a revisar si tiene usted alguna enfermedad. El médico me dice: “Señor Arrabal, está usted un poquitín tuberculoso. Ahora mismo le ponemos una ambulancia y va a ir a un sanatorio: lo acogerán allí y dentro de una semana podrá volver a París”. Aquello duró dos años, y creo que es muy difícil ser tan feliz como yo lo fui en el sanatorio.
AB: Pero hay un momento de su vida en que pasa de exiliado voluntario o gozoso a exiliado forzoso. Puso una dedicatoria blasfema en uno de sus libros y, más tarde, escribió la famosa Carta al General Franco (1972): “Excelentísimo Señor: le escribo esta carta con amor. Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado”.
FA: Había que decirle a Franco las cuatro verdades que yo le dije. Yo se las dije en público. Él se molestó bastante, me metió en la cárcel incluso. Pero no era para tanto.
Después de los churros, la mañana de Arrabal termina en visita a la iglesia de Santiago Apóstol:
FA: “ Esta mañana me ha ocurrido, como me ocurre casi siempre, algo poético, increíble. Vengo aquí, veo el lugar: me encanta. Y veo una iglesia muy bonita, y digo: quiero ver la iglesia. Y mis amigos inmediatamente dicen: suba, le va a entusiasmar. Recorro la iglesia: es digna de mí. Magnífica. Y, como siempre, hay milagro, milagro en una iglesia. Un milagro portentoso. He recorrido y he mirado una a una las imágenes de la iglesia. Todas muy interesantes, presididas por Santiago, que es él mismo un misterio poético. ¿Es que realmente Santiago se fue de Palestina para concurrir en Don Benito?
Estoy en la iglesia, apabullado, con tantas imágenes tan extraordinarias, y de pronto el milagro. Un milagro que únicamente había visto en Tokio. Solamente, únicamente en Tokio y en Don Benito se produce el milagro. Y yo creo que el milagro al que asisto no se producirá nunca más hasta dentro de diez o veinte años. Cuando estoy aquí, yo solo, en la iglesia, de pronto llega y me rodea un milagro. Me rodean cien niñas, y cien niñas vestidas como en Tokio. Todas llevan, las niñas de Don Benito, llevan falditas cortas, pegadas. Esas falditas que solamente vi en Tokio son la creación del hijo del mejor pintor español de su época. Era más importante en su época que hoy lo es Picasso. ¿Quién era? Ese gran pintor español se llama Fortuny. Y Fortuny -para su felicidad, para su desgracia- va a tener un hijo, un solo hijo. Y ese hijo va a tener la suerte y la desgracia de ser homosexual. El conflicto del gran pintor español y su hijo va a ser brutal. No se reconciliarán nunca. Hoy, en el mundo, en los mejores museos y galerías, hay exposiciones a la gloria de Fortuny. Y cuando España y Francia decidieron hacer la Guerra de Marruecos, ¿a quién enviaron al frente? Enviaron a Fortuny, y Fortuny ha hecho un cuadro magnífico con la bandera francesa y la bandera española que está en Tánger: ahí cuenta la victoria franco-española.
Pero ese milagro portentoso se celebra ahí, en la iglesia, y en ese momento llega la Alcaldesa, la Presidenta de Don Benito. Era un milagro redondo y portentoso”.
Lo de la iglesia ha ocurrido tal como lo cuenta Arrabal. Las maestras -que guiaban a los escolares que sorprendieron a Arrabal- parecían asustadas ante la vehemencia del poeta.
La conferencia de la tarde ha sido un éxito. Habla Arrabal del patafísico torero extremeño Diego Bardón, de la toma del Colegio Español de París en mayo del 68, de sus amistades con Tristan Tzara, André Breton o Andy Warhol.
FA: En la época de Franco, nosotros, los poetas -Picasso, Topor, Copi y yo-, liberamos un lugar del imperio franquista. Quitamos las autoridades franquistas y nos pusimos nosotros. Eso ocurrió el 18 de mayo de 1968, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria de París, y fue presidido por Picasso. El 18 de mayo nos reunimos con los poetas y los estudiantes y dijimos: el local no puede ser para una facción: tiene que ser para toda España; y se alistaron todos -Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Andy Warhol, bien sûr– y eso duró días, hasta que la policía, por petición española, entró a sangre y fuego. No hacía falta.
FA: Yo siempre, todo lo que he escrito, lo he escrito con empeño. No me gusta la palabra vocación, es con empeño. Nunca he dado una línea que no haya sido pensada, reflexionada, cada una de mis líneas defiende la poesía, la libertad, el amor, pero también la confusión. Y la confusión no es nada cómico: es la confusión matemática y filosófica. Ella está en todas mis obras, en todas mis cartas -me encanta que los jefes de estado me escriban manuscritamente-.
FA: Estoy rendido a la libertad, al amor y a la poesía, pero también a los cuatro avatares de la modernidad; es decir: Pánico, Surrealismo, Patafísica y Dadá. Soy el último representante, como han reconocido el New York Times o todos los grandes profesores de literatura del mundo, y también el último testigo que conoció a Breton, que conoció a Dalí. Yo conocí a Picasso. Nunca hubo problema cuando Picasso supo que era yo muy amigo de Dalí, y Dalí no se molestó de que fuera al mismo tiempo amigo de Picasso. Nunca nadie se molestó. Y fui amigo de Andy Warhol y a la vez de Kerouac, que se llevaban muy mal. Es como la comunión de los santos, que es la comunión de los poetas. No necesitamos ser santos: necesitamos ser poetas. Por eso, me encanta estar en Don Benito, que es una ciudad dedicada a la libertad, al amor, a la poesía y al surrealismo.
Cenamos en la cafetería del hotel. A Arrabal le flipa el tiramisú.
AB: ¿Qué quiere cenar, Fernando?
FA: Gambas y tiramisú.
AB: La mayoría de los textos con los que hemos elaborado la pequeña antología que edita el Aula Literaria Guadiana están sacados de El entierro de la sardina (1966), su segunda novela.
FA: Es un libro muy antiguo, del siglo pasado, y ha sido y es editado continuamente, y desgraciadamente casi nadie me pide noticias sobre él. Ese libro trata sobre un personaje mítico.
AB: Hay mucho sadomasoquismo en ese libro. A usted las mujeres lo obsesionan como ya no obsesionan a casi ningún hombre. Hay todo un mundo celebratorio de lo femenino en esa novela, pero también en Baal Babilonia (1959), en Arrabal celebrando la ceremonia de la confusión (1966) o en los poemas de Intimidad (mujer) -2012- : “Nido de culto para el marqués y sus ataduras […]/ Cetro de la llama para la ceremonia y sus frenesíes”.
FA: Mi vida sexual es muy interesante. Por eso no hablo nunca de ella.
AB: ¿Qué hay del personaje de la tía Clara en Baal Babilonia? Fuerza al protagonista preadolescente a perversos juegos sadomasoquistas.
FA: Mi tía era una santa. Yo estaba enamorado de ella.
AB: ¿De su madre también?
FA: No, de mi madre no.
AB: Lo digo por las escenas ambiguas entre el niño y la madre en Viva la muerte (1971). La madre era Nuria Espert.
FA: Nuria Espert era peligrosa.
AB: ¿Sí?
FA: Ahora está escondida. No quiere mostrarse porque está vieja.
Es la mañana luminosa del sábado en el hall del Vegas Altas. A petición del misterioso Félix Domínguez -colaborador (tal vez heterónimo) de Arrabal con el que hemos cerrado los detalles del viaje a Don Benito-, instituimos el Premio Formidable: el primer galardonado con esta distinción será, por supuesto, Fernando Arrabal.
Así la cosa, la Formidable Academia de Don Benito concede el I Premio Formidable al señor Fernando Arrabal Terán. Se le hace entrega de una estatuilla bañada en plata y que representa una calabaza, símbolo de la ciudad de Don Benito. El joyero, con las prisas, grabó “Arabal”.
Arrabal y la doctora Harzic -la viróloga jubilada que lo acompaña desde París- deben partir hacia Madrid. Fernando quiere cenar con Pedro J. Ramírez, que lo ha fichado para El Español. Cogen el taxi a mediodía. En escueto mensaje del día siguiente, Arrabal informa: “Cena triunfal con Pedro J. radiante y arrebatador”.








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