“Salud Mental: la asignatura pendiente de la infancia y la juventud”

Por qué necesitamos hablar más de emociones y menos de perfección.

Autoría: «Programa de Sensibilización a la población y promoción de la imagen positiva de las personas con Trastorno Mental Grave». PROINES.

La etapa infanto-juvenil abarca el periodo de desarrollo humano que va desde la infancia (de 6 a 11 años, aproximadamente) hasta la juventud (que puede extenderse hasta los 18 o 24 años, aproximadamente) es una etapa en la que hay que fomentar el equilibrio entre las emociones, la autoestima y las habilidades sociales.

Evidentemente son dos etapas muy diferentes en cuanto a niveles madurativos y a preocupaciones. En la etapa infantil los niños crecen tanto física como emocionalmente y comienzan a establecer su identidad, es una etapa en la que está marcada la educación formal y en la que los niños adquieren conocimientos académicos y habilidades cognitivas; comienzan las normas sociales y valores éticos; empiezan a mostrar preferencias e intereses personales; aparece el pensamiento abstracto, son capaces de entender ideas intangibles como la bondad, el tiempo…preguntan mucho el por qué de las cosas; comienzan a tener conciencia de pertenecer a un grupo social; la socialización y con ello las crisis de ideas o a ser más críticos; toman como ejemplo a los padres por lo que les supone un período más “fácil”.

Sin embargo, cuando comienza la juventud, las preocupaciones cambian y el nivel madurativo también. Una de las misiones del Programa de Sensibilización y Promoción de la Imagen Positiva de las Personas con Trastorno Mental Grave, es fomentar el bienestar psicológico y cuando entramos en las aulas percibimos diferentes preocupaciones por parte de los jóvenes que vamos a ir comentando a continuación.

  1. Estrés por la presión de decidir sin suficiente maduración.
  2. Rigidez al pensar que para llegar a la meta sólo hay un camino.
  3. No tolerar la frustración: la culpa es compartida por toda la sociedad.
  4. Preocupación por salud física y no por la salud mental.

Al llegar a la adolescencia comienzan a tomar decisiones y a asumir responsabilidad de manera autónoma, perdiendo ese círculo de sobreprotección continua. Es en este momento cuando empezamos a identificar el estrés o la ansiedad producido por el miedo a fracasar, por no cumplir con las expectativas y por tener que tomar decisiones sobre su futuro educativo; además es una etapa de muchos cambios madurativos y psicológicos en la que su identidad está ya más establecida. Es importante que conforme vayan creciendo, los adultos sean lo más parecido a un bastón en el que puedan apoyarse, dando lugar a que tomen decisiones acordes a su edad y, sobre todo, a que sepan asumir consecuencias que a veces no van a ser de su agrado.

Respecto a la rigidez que presentan sobre que solo hay un camino para llegar a la meta, hay que ayudarles a entender que se pueden conseguir los mismos resultados por varios caminos. Por ejemplo, una situación que encontramos mucho es ver a adolescentes con ansiedad por no conseguir la nota de corte para la carrera que quieren estudiar, no son conscientes de que hay más opciones para poder llegar a esa meta, ya que el sistema educativo español tiene varias vías para ello.

Tolerar la frustración, sirve para superar obstáculos con inteligencia y determinación, tendríamos que cuestionarnos si como sociedad o como familiares ¿dejamos a nuestros adolescentes que se frustren? Las equivocaciones siempre son positivas, siempre y cuando se tomen como aprendizajes; aquí es donde entran en juego las emociones, nos empeñamos en clasificarlas como buenas y malas, pero lo cierto es que no existen emociones positivas y negativas, sino que todas las emociones son NECESARIAS, a pesar de que no sean de nuestro agrado. Si supiéramos gestionar bien nuestras emociones y nos atreviésemos a expresarlas, bajarían los niveles de frustración y nuestros adolescentes tendrían un mayor bienestar emocional.

Con el último punto, queremos recalcar la poca importancia que se le da a la salud mental, normalizamos el malestar psicológico como una exageración y pensando que ya se pasará y hay que prestar especial atención a los síntomas, ya que algo que no es tratado en su momento puede desembocar en un problema de salud mental, sobre todo cuando llevamos en un mismo estado por varias semanas o meses.

Tener una buena salud mental no es sinónimo de estar siempre feliz, sino de saber aceptar los sinsabores que la vida nos va presentando y saber superar estos obstáculos. Tenemos que comenzar desde la infancia a cultivar el pensamiento crítico y reflexivo, para que sean capaces de decidir pequeñas cosas y que años más tarde tengan la capacidad de elección adquirida y, esto, no les suponga un desafío moral a lo largo de las etapas de la vida.

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