Por: Gregorio Gil Ruedas
La honestidad es un valor moral fundamental que conlleva e implica actuar con sinceridad, verdad y justicia tanto en palabras como en acciones. Es la base de la confianza y el respeto mutuo en las relaciones sociales de tal manera que quien no muestra respeto a su propia actuación, jamás podrá merecer el respeto recíproco de los demás.
Como oímos en un conocido anuncio radiofónico haciendo mención al presidente Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes a todo el mundo todo el tiempo”. Podríamos añadir una sencilla coletilla final… salvo que no te importe vivir engañando constantemente.
Hemos conocido últimamente los wasaps filtrados por José Luis Ábalos, quien fuera entre otros muchos cargos orgánicos y de gobierno, Secretario de Organización del PSOE, Ministro de Transporte, de Fomento, Movilidad y Agenda Urbana, Presidente de la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados y un largo etcétera. En ellos, filtrados a la prensa y publicados por el Diario “El Mundo”, aparecen varios mensajes en los que el ministro y su presidente tratan diversos aspectos de la azarosa actividad política por la que deambula este país. Y aún nos quedan muchos más que salgan a la luz si las exigencias del que fuera mano derecha y todopoderoso superministro no se ven satisfechas.
Cuesta creer los comentarios y palabras que se vierten en contra de esos propios compañeros de partido que han manifestado públicamente su postura crítica, su discrepancia con la política de estado del gobierno al que sirven. “Hipócritas”, “petardos” o “mentirosos” son algunos de los términos que se despachan entre ellos haciendo referencia a esos barones regionales que mostraban su desacuerdo a gobernar al precio que fuera con herederos del terrorismo etarra, nacionalistas condenados por golpistas, podemitas, y demás socios a la izquierda de la izquierda socialista que integran la autodenominada coalición de ¿progreso? La verdad es que todos han sacado tajada generosa del escandaloso precio que en forma de chantaje han exigido por su interesada progresía. Y ahora se encuentran muditos en un incalificable silencio cómplice.
Lamban, aludido dirigente aragonés, ha manifestado: “Sánchez no tolera la divergencia interna y acosa a los disidentes por expresar opiniones contrarias a Ferraz”. Añade después la obsesión enfermiza de controlar a los barones regionales a los que, según Sánchez, “Habría que seguir marcando” para que entiendan que son una minoría en el PSOE. De esta manera, los propios militantes se convertían en censores de sus compañeros por reclamar algo tan elemental como la libertad de expresión. Con Sánchez se pasó a controlar todo lo que se movía u opinaba tratándose con mano dura dentro del partido.
Por su parte, el manchego García Page coincide en que el problema de fondo nace de la postura de Moncloa de permanecer a cualquier precio en el poder. A su juicio todo nace del encontronazo entre los que están en contra de gobernar a cualquier precio y aquellos que muestran un servilismo para hacer lo contrario con tal de parar la llegada de la derecha al poder. Como Ábalos recibió el encargo presidencial de decirle a Page que “dejara de tocar los cojones”, el manchego le ha respondido: Yo no toco las narices –algo más de finura– a nadie. Yo tan solo opino.
Rival que fue en las primarias ganadas por Sánchez, la andaluza Susana Díaz no sale bien parada de los comentarios presidenciales: “La otra, Susana, esa sí que está jodida”. E incluso para nuestro Fernández Vara, de quien siempre dijo que era un político ejemplar -cuando no le llevaba la contraria- utiliza el calificativo de “impresentable” pues se queja de la coalición de gobierno y luego va exigiendo recursos para los extremeños (como si no fuera esta su obligación).
Bochornoso espectáculo este de los wasaps que es un fiel reflejo de la angustiosa situación en la que el Gobierno, asfixiado por los compromisos de sus socios y que por su propia responsabilidad se ve envuelto en los numerosos problemas (apagones, caos ferroviario, familiares implicados en diversos asuntos, ausencia de presupuestos, parlamento olvidado, …) y casos judiciales que han pasado de ser bulos y mentiras a certezas y pruebas que les afectan de lleno. Y no hemos terminado que aún nos faltan otros por llegar. Dejemos que las investigaciones de la policía judicial en desarrollo aporten las pruebas necesarias.
¿Dónde se esconde ese talante democrático del que se hacía gala verbal y que nunca puso en práctica ni tan siquiera con los suyos?
Ni discrepancia, ni disonancia. Silencio, silencio, silencio.
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