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José María Fernández Santos : Especial ‘Santiago y Santa Ana 2020’ , ALEGRÍA QUE NO FALTE
el 14/8/2020 11:18:25 (373 Lecturas)

SIN MIEDO AL REBROTE. NI A LA MARCHA A ATRÁS. NI AL RAYO POLÍTICO QUE NO CESA NI EN ÉPOCA ESTIVAL. NI AL INCIERTO FUTURO DE LA ECONOMÍA NACIONAL. EN RESUMEN, SIN MIEDO AL CORONAVIRUS NI A NADA NI A NADIE CAPAZ DE ENTURBIAR ESO QUE LLAMAN LA NUEVA NORMALIDAD. NADA HA PODIDO PARARLE. HA VUELTO. AQUÍ LE TENEMOS. ¡TACHÍN!. UN AÑO MÁS

Ha vuelto. Le he reconocido en el súper con mascarilla, guardando la distancia de seguridad.
Ha vuelto para estar con sus parroquianos a los que, pese a todos los pesares, en fecha tan señalada como la del 25 de Julio, no quiere defraudar. Ha vuelto, pese a que, en esta ocasión, suspendidas están las tradicionales celebraciones de su fiesta, la fiesta patronal. Algo insólito, en los últimos ochenta años de vida villanovense en paz y prosperidad. Gracias señor Don Santiago por tan noble gesto. Se merece como poco un abrazo, un abrazo como esos que de ordinario le propinan allá en su santuario compostelano. Un abrazo que, sin embargo, en esta ocasión no puede ser de otra forma sino virtual, ya ve, vuecencia comprenderá, por eso de las cautelas sanitarias y demás.
A esto hemos llegado. Fiestas de Santiago y Santa Ana. ¿Felices fiestas?. Sin procesiones, sin bullanga, sin -y esto, en el fondo, es de agradecer-, botellones urbanos. Sin, no nos engañemos con sucedáneos, demás parafernalia habitual. ¡Voilá! ¡Quién te ha visto y quién te ve!. ¿Es esto posible? Lo es. La vida da muchas vueltas amigos, qué les voy a contar. En la que nos encontramos contentémonos, sin embargo, con poder contarlo. No es moco de pavo. Y miremos adelante que mañana Dios dirá.
De momento, alegría que no falte. Nada impide solazarnos con lo que tenemos a mano. Verbigracia, ora con un chapuzón fluvial, ora con un trago largo de tinto veraniego en esta o aquella terraza, ora con el disfrute del sensual atractivo de las féminas, en estas fechas, merced al destape que propician las altas temperaturas, en todo su apogeo, ora con la contemplación de la Vía Láctea, ora con la práctica del tai- chi, ora con lo que se nos ocurra, que imaginación nos sobra queridos paisanos, ¿verdad?. De paso, por añadidura, ahí queda el goce derivado del ahorro que la ausencia de actividades lúdicas supondrá para las arcas municipales, lo que, tal vez, redunde en beneficio de los ciudadanos. Esperemos, ¡ojalá!.
En ese sentido, no quiero dar ideas. Hablar de un alivio fiscal se le ocurre a cualquiera. No quiero dar ideas pero, ¡pardiez!, perdonen, ahí va una. De índole artística, de interés general a saber: inviértase el citado ahorro en la erección de una estatua del Apóstol, previa su designación como hijo predilecto de nuestra ciudad. Merecido lo tiene desde tiempo inmemorial. Una estatua ecuestre, lo tengo dicho, sobre pedestal, similar a la de la imagen que se venera en su ermita. Una estatua en la que, olvidándonos por una vez de la estulticia de lo políticamente correcto, el personaje aparezca como siempre se ha mostrado a los cristianos desde el medievo, esto es, a lomos de su blanco corcel, revestido de armadura, alzado el brazo que sostiene el acero con el que descuajaringa a sus más aviesos enemigos. Esos enemigos, hoy por hoy, no son otros que el virus de los demonios, la deuda pública, el mosquito tigre, el camalote y muchos otros más.
Sé que el Apóstol, en su modestia, declinará el honor, pero no hay que hacerle caso. Y es que esto de las estatuas, tiene su miga. Merced al personaje efigiado, evocamos un retazo de Historia y comprendemos mejor lo que fuimos, lo que hemos venido a ser. Lo mismo ocurre, dicho sea de paso, con los nombres de las calles, de los que, en aras de localismos o por politiquería, con frecuencia, hoy día, se soslayan los de personajes egregios de la vida nacional.
Estatuas. Por lo antedicho no comprendo a los vándalos iconoclastas que andan por ahí. Colón, fray Junípero Serra, Pizarro, Fleming. Bronces todos exponentes preclaros de la civilización. La nuestra, la Occidental, con todos sus defectos, faro de la Humanidad. Descabalgados de su lugar o simplemente vejados por quienes no saben o quieren saber de más.
Así las cosas, temo que si no reaccionamos camino vamos, amigos lectores, de convertirnos, contemplando nuestro maltratado pasado, nosotros mismos, en desmemoriadas estatuas. De sal, esta vez. Y no faltarán quienes vengan con mano de hierro a imponernos su disciplina inquisitorial.
En mi ciudad de Villanueva, hasta ahora hemos tenido suerte. La sirenita, en el parque de la Constitución, con su pecho enhiesto y su lejano mirar. Felipe Trigo, ensimismado en una encrucijada principal. El Sagrado Corazón en la plaza de su nombre, flor de santidad. Don Pedro de Valdivia, recio, viril, en la plaza de España, conservan su status. Claro que cualquiera se atreve con el conquistador, que con su desenvainada tizona es capaz de hacer cuartos a cualquier agresor.
¿Es todo?. No. Hablábamos de la estatua de Santiago el Mayor Ineludible. Pero, ¿nos olvidamos de Nebrija que en este solar de Villanueva escribiera algunas de las páginas de su Gramática, de Don Juan de Zúñiga y Pimentel, último maestre de la Orden de Alcántara, arquitecto del Palacio Prioral, mecenas de una corte de sabios humanistas?. Si no estatuas, una mención en el callejero, porfa. Memoria histórica. Sin sangre de por medio. No es mucho pedir.
En fin, basta por hoy. Basta de elucubraciones. Ya son demasiadas las que se me han filtrado del PC.
Cosas que pasan cuando uno se pone a escribir un artículo con el caletre reblandecido por el sol.
Cuando las fiestas ya no son fiestas y la nostalgia hace llorar al corazón...

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